lunes, 30 de agosto de 2010

Reflexiones sobre el nefasto acontecimiento de A Cañiza

Matan un Guarcia Civil: Reflexiones sobre el nefasto acontecimiento de A Cañiza

Menos burocracia, más recursos, más control de los delincuentes y cambio de estrategia para evitar acontecimientos tan amargos y desgraciados


Nelly Pérez Giráldez

Si algo el cuerpo de la Guardia Civil ha llevado a gala desde su creación es el cumplimiento estricto de su deber, poniendo siempre por delante la defensa de la libertad del ciudadano y su seguridad.

Estos anegados servidores, desde su la fundación del cuerpo allá por 1844, arriesgan la vida cada jornada, cada día en su trabajo, en la mayoría de los casos contando con recursos humanos y medios materiales escasos, con pocos medios, con bajos presupuestos y en condiciones realmente difíciles.

Sería ideal contar con un cuartel de la Benemérita en cada ayuntamiento, pero teniendo en cuenta la falta de agentes es prácticamente imposible contar con algo similar. Para ello habría que ampliar los efectivos de manera muy sustancial, de tal forma que esto resulta utópico.

Los Guardias Civiles conocen lo que los ciudadanos demandan, pues son quienes están presentes en los momentos en los que surgen los problemas y se acude a ellos. Se requiere, pues, una mayor presencia de los mismos en los núcleos de población rural, patrullando activamente, y es prescindible su presencia burocrática en el interior de los cuarteles.

Estos hombres a los que hemos encomendado gran parte de nuestra seguridad también son ciudadanos, y como tal lo que desean es que cuando los ciudadanos les requieren por cuestiones como robos en viviendas, asaltos en las calles, robos de coches, tráfico de drogas, etcétera, puedan personarse los más pronto posible en el lugar donde se está cometiendo el delito para poder auxiliarnos con eficacia y rigor.

El ciudadano no quiere escuchar a un Guardia Civil que le dice por teléfono que la patrulla más cercana está a 20 minutos, o más, y que si quiere pase por el cuartel a presentar denuncia. No se precisa un cuartel al lado de casa donde poder presentar una denuncia sin tener que desplazarse, sino lo que realmente se necesita es una presencia policial continua en la calle que reduzca el número de delitos, que desanime a los asesinos y malvados a cometer sus sucias fechorías. A su vez y de esta manera se evitarían pasar por el cuartel a presentar denuncias, en muchos casos ya tardías e inútiles porque ya se había cometido y sufrido el delito o falta por los desprotegidos. Además se evitarían las interminables cuestiones burocráticas y los desplazamientos de los ciudadanos hasta los cuarteles, sobre todo en el medio rural, donde la dispersión es un hecho y las víctimas se ven en la obligación de desplazarse kilómetros y kilómetros para dar cuenta de lo sucedido. Muchas de estas personas que se desplazan hasta los cuarteles en el medio rural para interponer denuncias son gente mayor, con dificultades de movilidad muy serias.

En realidad de poco nos sirve disponer de hermosos y amplios cuarteles si los escasos números se encuentran permanente encerrados en los mismos ocupados en labores de papeleo mientras las calles de los pueblos y sus parroquias están desprovistas de agentes, poniendo la seguridad en entredicho. Deberían definitivamente cambiar su modus operandi, y patrullear más, estar más en contacto con el ciudadano, y dedicar más efectivos a esta labor que a la meramente administrativa.

Por último, por Miguel Ángel y por todos, desde aquí pedimos el cumplimiento íntegro de las penas para estos asesinos que de manera impune atentan contra el ciudadano aprovechándose de su buena fe e inocencia, realizando las modificaciones precisas en el código penal para que los jueces tengan una herramienta a mano eficaz para disponer que estos malvados no dejen las prisiones sin haber cumplido la integridad de la pena, sin reducción alguna de esta, y una vez en libertad someterlos a controles para que no vuelvan a generar desgracias irremediables en la gente de bien.


La muerte de Miguel Ángel Lorenzo Piñeiro, a manos de unos atracadores desalmados nos ha devuelto a la realidad, y nos hace reconducir y repensar la actual filosofía de trabajo que les imponen a nuestros queridos guardias civiles que desde tiempo inmemorial, y sobretodo en el rural, han estado al pie del cañón con nosotros. El sentimiento de rabia e impotencia que asoló a los vecinos de A Cañiza ese nefasto día de agosto con la muerte de un agente de la Benemérita y graves heridas para su compañero de patrulla a manos de delincuentes reconocidos, habituales, y como tal que deberían estar bien controlados, es la misma rabia e impotencia que padecieron el propio cuerpo de la Guardia Civil. Por todo ello, es el momento de reflexionar y cambiar el rumbo de determinadas directrices operativas de este querido cuerpo de seguridad para el bien de unos y otros. Nuestros gobernantes deberán dotar de más recursos económicos y humanos a la Guardia Civil y revisar su estrategia.

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